"SOMOS LA JUVENTUD SALVAJE"

INTRODUCCIÓN

He escogido este título para el artículo porque la canción de la que está extraído “Youth gone wild” de Skid Row, es una pequeña muestra de lo que trata el artículo. Los matones de instituto, esos que se sienten con capacidad para hacer cualquier cosa, de conseguir cualquier cosa, a costa de cualquiera que intentara impedírselo o simplemente estuviera en el momento y lugar equivocados. El artículo no es solo de matones de instituto, sino también de niños que ya desde pequeños tienen comportamientos agresivos, y adolescentes que asesinan y maltratan cruelmente, sin más, y que están hoy día bastante de actualidad.



Llevamos varios años viendo como casos de delincuencia juvenil saltan a la actualidad, y que cada día que pasa se está convirtiendo en algo demasiado habitual. Personalmente, en mi infancia y juventud, existieron los típicos matones de colegio e instituto, pero lo más que hacían era pelearse alguna vez, fumarse algún porro, e humillar de vez en cuando al típico marginado. Pero nunca conocí ningún caso de violación entre menores, acoso continuo con palizas diarias e incluso con final de muerte.

A todos nos vienen a la memoria casos como el de Marta del Castillo, Sandra Palo, la niña de 11 años de Seseña… En todos ellos han estado involucrados jóvenes y  menores, y muchos se preguntan porqué ahora está pasando esto, porqué hay niños que maltratan a sus padres si no les dan lo que quieren (aunque no puedan dárselo, o aunque no lo necesiten), o se encaran a sus profesores, o incluso arremeten contra ellos, solo porque intentan darles valores o les han suspendido porque lo merecen. También maltratan a sus compañeros de clase, por diversión, por sentirse superiores a los demás, por decir “aquí mando yo”.

Cuando iba a la universidad, tuve la oportunidad de ver en primera persona actos vandálicos cometidos por adolescentes. El primero fue en un viaje en tranvía, creo que yendo a casa de mi abuela o volviendo de allí. Había un grupo de chavales en una punta del tranvía, haciendo el gamberro y tirando cosas dentro del vagón (latas de coca-cola aun llenas, etc.). El conductor paró fuera del andén y les invitó a bajarse, a lo que ellos respondieron violentamente. Consiguió que se bajaran, pero acto seguido empezaron a tirar las latas que les quedaban contra el cristal del tranvía, y le dieron unas cuantas patadas, de forma que consiguieron agrietar esos cristales que son de seguridad. Supongo que todos sabréis la reacción de los que íbamos dentro del tranvía, antes, durante y después del altercado entre jóvenes y conductor.

El segundo fue andando con unas amigas por una famosa avenida de Valencia, también llena de universidades. De repente vimos como unos quince o veinte chavalillos se ponían a pegarse de forma brutal, varios de ellos se ensañaron con uno de ellos, dándole incluso patadas en la cara y cabeza. Por suerte para él, una de mis amigas se interpuso entre ellos y les separó, poniéndose delante del que estaba en el suelo. Parecía más grave de lo que en realidad supuso para el chico, pero quién sabe lo que hubiera pasado si mi amiga no hubiera intervenido.

Nunca he entendido esos estallidos de violencia repentinos, porque sí. Los animales, que actúan por instinto, son violentos cuando necesitan comer, cuando tienen que proteger a sus crías o así mismos, o cuando hay que determinar quien va a ser el jefe de la manada, pero no sin más, solo por diversión o porque me apetece.

Siempre se ha dicho que los niños dicen la verdad, que expresan lo que sienten realmente, y tal vez sea porque cuando somos pequeños no se nos han moldeado los conceptos del bien y del mal, que se aprenden con la educación que nos inculcan nuestros seres cercanos (padres, abuelos), o lo que observamos a nuestro alrededor.

FUNDAMENTACIÓN

Existen varios modos de que un niño se convierta en un delincuente juvenil (y digo delincuente porque aunque no se le haya juzgado o no le denuncien, comete actos dignos de catalogar como delito o falta en muchas ocasiones). Si un niño tiene carácter violento, esta característica se manifestará tempranamente, conllevando arrebatos de ira, pataletas, irritabilidad extrema, impulsividad extrema, y frustración fácil. También existe la posibilidad de que un niño no sea explícitamente violento, pero dada su educación en edad infantil, llegue a alcanzar esta forma de actuar como modo de vida y para conseguir todo lo que quiere, porque no se le ha dicho “NO” a tiempo. También puede darse el caso de que el niño o adolescente presente trastornos psicológicos que dan lugar a una disfunción social o una psicopatía individual. Estos desórdenes incluyen alteraciones del comportamiento, del estado emocional y del pensamiento, difíciles de entender e incluso causa de miedo si son agresivas, violentas o destructivas. Cuando se presentan durante las etapas críticas del proceso de maduración,  interfieren en el desarrollo psicológico y social normal de quien los padecen, y afectan sus relaciones con los demás a todos los niveles.

Evidentemente, en los casos de enfermedad o trastorno mental, como es en este último supuesto que he mencionado, es difícil controlar la situación, excepto con medicación y tratamiento psicológico, pero en los otros dos casos, creo que está el factor relevante de por qué actualmente existe esta conducta en niños y jóvenes y que nos llama tanto la atención por las consecuencias que puede llegar a suponer.

Leyendo, entro otros, a Paulino Castells y Javier Urra, he llegado a una serie de conclusiones al respecto de las causas por las cuales, un niño aparentemente normal, puede llegar a convertirse en un auténtico maltratador, agresor, asesino, cualquiera de las manifestaciones en las que la violencia que desarrolla puedan surgir.

Las características básicas de un niño, para llegar a lo que son en el tema que nos ocupa, suelen ser que es muy caprichoso; suele molestar a los demás pero no soporta que le molesten a él; muestra muy poca tolerancia a la frustración (no acepta fracasos); es egocéntrico, egoísta, con necesidad de llamar la atención, exigiendo siempre sus derechos pero sin pensar en los de los demás; atemoriza a los padres, según su edad, mediante pataletas, o con amenazas de fuga o autolesionarse; hace sentir culpables a sus padres mediante comparaciones con otros niños de su entorno y que no se siente suficientemente querido por ellos; suele ser hijo único y chico en la mayoría de los casos (aunque también hay niñas que pueden tener este perfil, como la que mató a la niña de Seseña), o reunir alguna característica que lo haga especial: muy deseado por haber existido dificultades para tenerlo, padres mayores,  que sea adoptado, que haya sobrevivido a la muerte de un hermano, que represente un niño prodigio o genial (artistas, modelos, etc.), o se le haya diagnosticado de forma que pueda ser problemático (alguna discapacidad, trastornos de atención o hiperactividad, superdotado, etc.).

Por otro lado, se ha de dar un entorno específico para que estas actitudes puedan desarrollarse hasta el extremo de crear un niño violento: los padres tienden a consentírselo todo, sobre todo porque no pueden verle sufrir (cuando llora para conseguir algo o le dan sus pataletas, ataques de ira, etc.); suelen ser sobreprotectores, cuando ven que algo supone una situación complicada para el niño, le sacan de dicha situación, por pequeña y simple que sea; tienen diferencias importantes entre ambos progenitores en el método para educar, y suele haber uno de ellos que se ponga a favor del niño, dejando en evidencia la opinión del otro delante de él; no suelen poner límites educativos al niño, tienen miedo de tomar decisiones firmes por malas experiencias vividas personalmente por ellos, y por tanto, no tienen figuras de autoridad que les inculquen disciplina; se deja su educación en manos de personas que suelen ser más flexibles a la hora de educar (abuelos, canguros, etc.).

La familia que rodea al niño, en definitiva, puede que sea sobreindulgente, o bien, se trate de una familia rota, y utilizan al niño como objeto de discusiones, apoyo para el afecto no recibido por la pareja, y arma que arrojarse entre sí, o por último, son sobreprotectores, llevando esa sobreprotección a ámbitos como el colegio, controlando absolutamente todo lo que rodea a su hijo, impidiendo que el niño desarrolle su autonomía, responsabilidad, capacidad de decidir, y evitando que los profesores puedan realizar su trabajo, impidiéndoles también, muchas veces, presentarse como autoridad ante el niño, y que éste lo vea como alguien más a quien humillar y agredir (se han dado casos de padres agrediendo a los profesores por haber castigado a sus hijos, delante de éstos, por ejemplo).

Así las cosas, se suele dar dos tipos de acoso por parte de estos niños: el vertical (hacia padres o profesores) y el horizontal (entre iguales, otros niños). Las consecuencias van desde la simple agresión al acoso propiamente dicho, continuado, y con efectos como la depresión, daños irreversibles, o violencia extrema o muerte, en sus víctimas. Se hacen dueños de su propia casa, hacen lo que quieren y cuando quieren, son “primero yo y luego yo”, a veces toman drogas, que transforma aun más su conducta, no suelen desarrollar actividades laborales ni estudiantiles… son el hijo que todos desearíamos, vamos.

CONCLUSIONES Y OPINIÓN

Cuando comencé con la investigación para este artículo, no pensé que encontraría razones fundadas para la que era mi opinión a priori, pero conforme he ido leyendo libros y artículos de autores expertos en la materia, me he dado cuenta de que a veces el sentido común suele ser la respuesta al porqué.
Mi idea preconcebida al respecto de los niños violentos era que, en gran medida, la causa de su existencia se fundamentaba en la educación de sus padres, y al parecer, no me equivocaba. Hay otros casos, como el consumo de drogas, y los desórdenes psicológicos y de personalidad, pero hasta estos últimos, reconducidos debidamente por los padres, además de tratados, pueden dar lugar a un niño prácticamente “normal”.

El problema que está surgiendo con el paso de los años es la falta de educación en los primeros años de existencia de nuestros hijos. Por una cosa o por otra, la mayoría de los padres prefieren consentir y premiar a los hijos, a aplicarles disciplina e inculcarles que no se premia por sacar un sobresaliente o un aprobado, ya que la obligación en la escuela es pasar de curso. Los niños, con el paso de los años, van desarrollando más y más su capacidad para comprender que pueden hacer lo que quieran, que nadie les limita nada, y a la vez, las personas que le rodean son más incapaces de controlar esta situación.

Por ello, siempre he dicho, que lo principal es la infancia, que los padres deben inculcar respeto, disciplina y autoridad a sus hijos, porque ser padre no puede ser nunca ser amigo de tu hijo, por mucho que algunos se empeñen en ello. Si se hace esto desde el principio, el niño siempre comprenderá lo que está bien o  mal, aunque a veces siga protestando, y cuando surja una nueva situación de conflicto, simplemente razonando con él, se podrá conseguir que entienda porque se le dice que “NO”.

Veo todos los días personas que no paran de dar y dar a sus hijos, aunque no den más de si sus medios económicos, porque nunca han dicho “NO”, y ahora se enfrentan a un demonio que dice que les va a denunciar por malos tratos, o a pegarles, si no le dan lo que quiere en ese momento.

Y en el caso de estos jóvenes que han llegado a los periódicos por sus graves actos (asesinato, agresiones), se suele dar el perfil de una familia desestructurada, o rota, o cuyos padres no han ejercido propiamente de padres. Y ellos, han desarrollado una personalidad egoísta, egocéntrica, todopoderosa, que les impide tener miedo a nada ni a nadie, y que les hace llevar sus deseos hasta las últimas consecuencias. Estos jóvenes, si se les hubiera frenado a tiempo, si se les hubiera dicho que NO a tiempo, si se les hubiera mostrado alguien como autoridad, probablemente sabrían establecer unos límites, y sabrían lo que está bien y lo que está mal, y hasta donde puede llegar para conseguir lo que quiere, y si eso que quiere realmente lo necesita y merece.

Creo que hace falta un cambio radical en la forma de educar de muchos padres, volver un poco atrás en el tiempo y ver como nuestros padres intentaban darnos todo, pero nos enseñaban lo que podían y no podían dar, lo que estaba bien y lo que mal, que no se podía pegar al niño de al lado, ni contestarle al profesor. Que si suspendías era porque lo habías merecido, y no te regalaban nada por aprobar, porque es una obligación que tienes como persona, sacarte al menos el graduado escolar (o la ESO, ahora mismo). Que te enseñaban lo que era el sacrificio, lo que a ellos les costaba darte lo que tenías, que te abrazaban cuando estaban orgullosos de ti, y te reprobaban con la mirada cuando hacías algo mal. Esos padres que sabían lo que era educar.

Hoy día, con el estrés de vida que llevamos, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, nos olvidamos de que los hijos no son una mascota más, sino que son carne de nuestra carne, y que merecen que estemos con ellos el tiempo suficiente para que sepan ser personas del futuro. Creo que muchos padres deberían plantearse primero si son capaces de educar a una persona, y después plantearse tenerla o no, y no simplemente actuar por deseo de procrear, pero sin asumir que con el nacimiento de una nueva vida vienen una serie de responsabilidades y consecuencias, no solo para nosotros, sino para el resto de la sociedad.

Espero que todos los que leáis esto, reflexionéis seriamente sobre el tema, y que si tenéis hijos, os deis cuenta de como los estáis educando. Y si no los tenéis, pensad que tener hijos es más que poner una semillita en mamá,… Y no olvidéis que quien educa son los padres, y los profesores enseñan,… Por mucho que el niño se pase la mitad del día en el colegio, es quien lo ha creado quien debe mostrarle los valores y principios a seguir.

Por último, os recomiendo ver la película Cobardes, que refleja bastante bien este tipo de situaciones.


Mª del Loreto Blázquez

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